¡Hola! Mi nombre es Ana Sánchez y mi propósito en la vida es ayudar a otras personas a llevar una vida más saludable y sostenible a través de la alimentación.

Nací en un pueblo andaluz en el seno de una familia de agricultores lo cual me llevó a estar manoseando la tierra desde muy pequeña. Soy la menor (con diferencia) de cuatro hermanos así que, mientras mis hermanos se interesaban por otras cosas, recuerdo pasar horas en el patio de mi abuelo Antonio observando como recolectaba y hacía uso de plantas medicinales. De ahí nacería mi pasión por las plantas y la fitoterapia aunque por aquel entonces aún no lo sabía. Otra de mis pasiones, la cocina, quizá empezó a surgir en esas tardes de domingo en las que ayudaba a mi madre a hacer croquetas para un regimiento.

Conforme iba creciendo iban apareciendo otros intereses típicos de adolescente como, por ejemplo, tener un “cuerpo normativo” lo que me llevó a interesarme por la nutrición por primera vez, aunque de una forma poco saludable. Pensaba que comía “sano” por el hecho de contar calorías, comer todo bajo en grasa y hacer “detox” todos los lunes.  Esto me llevó a generar una mala relación con la comida con la que conviví unos cuantos años además de otros problemas de salud (problemas hormonales, alteraciones bruscas de peso, baja autoestima,…).

Más tarde, bien pasado el periodo crítico de la adolescencia y, hacia el final de mi etapa universitaria, empecé a tener problemas digestivos. Desde la medicina convencional todo eran  “colon irritable”, “nervios”, “tendrás que aprender a vivir con ello” acompañado de pastillas como parche para aliviar síntomas en cada visita. No me encontraba feliz, no sentía plenitud en mi vida, sentía molestias constantes y había perdido mi energía. Además todo esto iba acompañado de trastornos de ansiedad y depresión que cada vez se volvían  más recurrentes. Como persona curiosa y científica que soy no podía quedarme de brazos cruzados y conformarme con esto para el resto de mi vida.  Quería entender que me estaba queriendo decir mi cuerpo y sanarlo así que volví a recurrir a la nutrición, ahora sí, con una mirada mucho más acertada.

Embarcarme en el mundo de la nutrición integrativa me hizo darme cuenta de lo que estaba pasando. Este prisma de la nutrición se basa en un enfoque individualizado, centrado en la persona y sustentado por la ciencia, donde se busca llegar a la raíz de la enfermedad y no sólo atacar el síntoma. No podemos entender el cuerpo dividido en sistemas de forma independiente (como a menudo hace la medicina convencional), sino que en el organismo todo está conectado y existe un eje intestino-cerebro, con lo cual mis emociones estaban afectando a mi intestino y viceversa. En cuanto hice cambios en mi alimentación e instauré nuevos hábitos de autocuidado (ejercicio físico, yoga, descanso, meditación,…) todo esto cambió. Volvía a tener energía, me sentía motivada, mejoró mi relación con la comida, no tenía dolores incapacitantes a diario y ya no sentía ansiedad y tristeza cada día. Volvía a ser YO de nuevo.

El cambio de alimentación me llevó a sentirme confusa al principio ya que dejé de comer algunos alimentos tan comunes en nuestra sociedad como el pan. Pero esto, en lugar de suponerme un conflicto me estaba abriendo un mundo infinito de posibilidades para crear. Así que volví a conectar con mi pasión de cocinillas (de la que había desconectado mientras me sentía tan desmotivada) y me puse a inventar sin parar. Esto me llevó a conectar mucho más con cada alimento y descubrir otros muchos. En ese momento quería plasmar todo lo que estaba estudiando acerca de nutrición saludable en creaciones culinarias que sentaran bien a mi organismo. Los alimentos de verdad (no los ultraprocesados) son medicina para nuestro cuerpo y nos ayudan a prevenir infinitas enfermedades y a tratar los síntomas de otras cuantas. Me propuse aprender el abanico de propiedades infinitas que la naturaleza me estaba ofreciendo a través de cada alimento y hoy me gustaría enseñarte todo esto para que tú también puedas disfrutar cuidándote.